De todos es sabido lo graciosos que son
los hamsters : gorditos, siempre moviéndose de un lado para otro,
atiborrándose de comida, que almacena en sus carrillos...
Entramos en una tienda de animales y
compramos una parejita:
Alfredo y Jacinta. Más tarde o más
temprano, suponíamos que Jacinta traería familia, lo que no nos
imaginábamos es que fuera Alfredo el que trajera crías. En la
tienda a todos nos gustó mucho sobre todo por lo gordito que estaba.
Más tarde comprendimos que no era un Alfredo sino una Alfreda y que
ya venía con los bebés hamsters a punto de nacer.
Tuvo nueve. Como no podíamos quedarnos
con ellos, los tuvimos en la jaula con su madre hasta que tuvieron
pelito. Estaban monísimos pero tuvimos que regalarlos ya que
bastante teníamos ya con Jacinta y Alfreda que se llevaban bien y se
pasaban el día jugando en una rueda que tenían y comiendo toda
clase de frutos secos, lechuga...
Así vivieron varios años hasta que
una funesta tarde de verano en que habíamos salido de viaje hacia la
zona Norte de Granada,(Estaríamos a más de 35º), los pobres no
pudieron aguantar el calor y pasaron a mejor vida.
Los enterramos allí mismo y la jaula
que tenían que era prácticamente una suite de lujo, se la regalamos
a unos amigos de los niños que tenían una cobaya, pero esa es otra
historia que otro día os contaré.